Ya os lo adelanto: no vamos a
ganar Eurovisión en los próximos tres años. Sí, lo mismo me estoy aventurando
demasiado con tal afirmación… pero es que los milagros, en Eurovisión, son muy
escasos (Austria 2014 y poco más). Y sí, el título es puro clickbait: no tengo
la receta para ganar Eurovisión. Ni yo, ni nadie. Pero lo que sí creo que tengo
es un conjunto de soluciones para intentar recuperar Eurovisión en España.
No nos engañemos: Eurovisión está
muriendo solamente en un país de la Europa del sur. Y ese país se llama España.
En la anterior entrada (“La Transición eurovisiva”, que puedes leer aquí)
señalaba los diversos males con los que cuenta Eurovisión en España. La labor
de un historiador no es solo señalar lo que falla (para eso están los cotillas
que se juntan en corralas), sino que tiene que buscar soluciones a estos
problemas. Francamente, sé que esto lo van a leer cuatro, no va a llegar nunca
a TVE, y si llega lo van a meter en el cajón “SPAM: eurofans”. Esto lo escribo
por puro desahogo: si Portugal lo ha conseguido, ¿qué necesitamos nosotros para
hacerlo?
Tal y como digo en el título,
creo que son necesarios tres años de Eurotransición. Tres años en los que poder
volver a generar un evento alrededor de Eurovisión, recuperar la confianza del
sector musical y de la audiencia, y luchar de una vez por ganar. España no
llega a los 100 puntos desde el año 1995 (ahora votan el doble de países y se
reparten, además, puntuaciones de jurado y televoto por separado), ha
conseguido la cifra de puntos más baja desde el año 1999 (entonces fue un
punto, mientras que este año fueron cinco), y no superamos el puesto 10 desde
el año… 2003. Evidentemente, algo falla desde hace décadas, todos sabemos qué
es, y nadie le ha puesto solución. ¡Vamos a ello!
Lo que está claro es que para
recuperar Eurovisión hay que ir a lo grande. Y cuando digo “a lo grande”, hablo
de buscar candidaturas potentes tanto en lo musical como en lo mediático. En
definitiva, darle un golpe de aire fresco a nuestra participación en el
Festival. España lleva sin aportar algo relevante desde el año 2003, y todos
sabemos cómo acabó eso. Por lo tanto, hay dos fórmulas: o llevar una estrella
al Festival, o centrarse en llevar hits. Ambas fórmulas son válidas para
recuperar la atención de la audiencia… pero solo una es efectiva a largo plazo:
la segunda. Si queremos que en España se genere un evento sobre Eurovisión, hay
que apostar por llevar candidaturas competitivas. Punto. No tiene más misterio.
¿Cómo conseguimos esto?
Lo primero es algo lógico, que se
hace en todos aquellos países que van a competir a Eurovisión: independencia.
Hay que acabar con la jerarquización de Eurovisión en un segundo plano, y con
la burocracia que impide hacer y deshacer de forma competente y efectiva. Y eso
se logra de una manera: creando la tan esperada Dirección de Eurovisión que se
centre exclusivamente en el Festival. Y si nadie de la cadena vale para dirigir
la candidatura española o nadie se atreve, habrá que llamar a alguien de fuera.
Pero hay que poner a alguien competente, con ganas de trabajar y que se dedique
en exclusiva al Festival, rodeándose de gente de confianza. Es un primer paso,
pero es el primer gran paso para lograr que Eurovisión sea realmente lo que es
en el 90% de los competidores del Festival: el mayor evento de la programación
del canal en cuestión.
Lo segundo también es muy
sencillo, aunque a Toñi Prieto no le entre en la cabeza: realizar la selección
de temas en función de criterios puramente musicales. Es decir, que hacer un
dedazo a X artista sin tema no sirve absolutamente de nada, porque lo mismo te
planta “Euphoria” como te planta “Spirit of the Night”. Los dedazos tienen que
ser completos, y tienen que estar planificados con tiempo. Es, por tanto,
lógico que Televisión Española tenga que dedicar completamente el mes de junio
a ponerse en contacto con discográficas, artistas, productores y compositores
para convencerles de que presenten una candidatura para la elección interna.
Gente de renombre en su estilo, que sea capaz de ofrecer una propuesta
atractiva para el gran público. Por tanto, hay que centrarse en gente con un
recorrido, para evitar llevarse sustos. Se dejaría un plazo amplio para que
puedan trabajar con tranquilidad (hasta octubre-noviembre, por ejemplo), y a
partir de ahí se empezaría a seleccionar la candidatura española. Y si
Televisión Española tiene que ceder “parte del pastel” de los derechos del tema
(que normalmente se queda) para incentivar la participación, que lo haga. Es
una inversión a largo plazo.
¿Vetos? Por supuesto. Este es el
primer punto polémico de esta entrada. Durante estos tres años hay que
deshacerse de esos elementos tóxicos que solo han perjudicado la imagen del
Festival, véase: compositores de segunda que solo viven de las preselecciones
de Eurovisión y no han hecho más que plantarnos truños, productoras vendehúmos que
por vendernos nos han vendido hasta una batamanta, cantantes de tres al cuarto
que llevan años sin sacar una canción y por eso tienen que tirar mierda sobre
el Festival (incluyo aquí a los “nisu”, cantantes a los que no conocen ni en su
casa, y que solo buscan “famita wena” como sea -por ejemplo, cualquiera de los
participantes de la próxima edición de OT-), eurofans que se creen compositores…
Romper con el pasado es no caer
en los mismos errores. Me da igual si un cantante tal viene con una canción
compuesta por suecos, y tiene pinta de ser un auténtico pelotazo. Volver a
introducir esos elementos tóxicos en el sistema tiene consecuencias de cara al
futuro, y es preferible mantener esta inversión de futuro y esperar a que el
sistema eurovisivo se consolide, antes de lanzar las campanas al vuelo y que
todo lo avanzado caiga en saco roto. Y esto lleva a otro punto polémico: los
eurofans.
Soy eurofan. Y sé que solo somos
tóxicos. O al menos es la imagen que tienen de nosotros: seres cuarentones que
van a los festivales a pillarse pedos y a pitar al representante español. Y
como yo no cumplo ninguno de esos tres estándares, creo que hay que hacer una
purga. Una purga que, lógicamente, también tiene que verse reflejada en
Televisión Española. Punto polémico número uno: pedirle a la organización del
Festival la gestión de los packs de entradas para fans. Resumen: quitarle a
OGAE España lo único por lo que todavía sigue en pie. ¿Por qué a esos packs
solo puede acceder gente de los clubes de fans por pura “meritocracia”? En el
fútbol, es la UEFA la que le da los packs de entradas al equipo en cuestión, y
es el equipo el que los reparte como mejor le conviene. Pues eso mismo hay que
hacer con Eurovisión: con el control de las entradas, tienes el control de los
eurofans.
Esto también pasa con las
acreditaciones. Punto polémico número dos: exigir carné de periodista a todos
aquellos que quieran ir acreditados al certamen, además de un dossier detallado
(y no cuatro páginas mal redactadas) con toda la propuesta de cobertura,
méritos del medio, seguimiento previo del certamen… es decir, que el que vaya a
Eurovisión tiene que demostrar que va a trabajar, y no a hacerse cuatro fotos
para presumir en Facebook.
Y vamos con el punto polémico
número tres: relegar a la web a un segundo plano, centrándola exclusivamente en
el sector eurofan. Esta imagen que Televisión Española nos quiere vender de que
“no, si esto lo hacemos para todos, queremos llegar a un público generalista”
es un grave error. Una señora de Cuenca, con sus 60 años, no se va a meter en
RTVE.es a ver el previo de Eurovisión. Y lo mismo para con un chaval de 20, que
ve Eurovisión ocasionalmente, pero que prefiere estar jugando a videojuegos
porque ya de por sí el nombre, “Spain Calling”, huele a rancio. Eurovisión
tiene que volver a la televisión, que por algo es un certamen televisivo, y la
atención debe centrarse en ella. Posteriormente explicaré cómo se tendría que
desarrollar este apartado.
Tras la purga eurofan, volvemos a
la candidatura. Llega noviembre y ya hemos recibido todas las candidaturas. La
primera criba es sencilla: descalificación de todas aquellas canciones que
incumplan las normas del Festival. Tras ello, habría que realizar una primera
preclasificación entre canciones que potencialmente son competidoras para el
Festival, las que pasarían desapercibidas a primera escucha, y las que
directamente son un cuadro. Competidora, por cierto, no es “festivalera”: una
canción competidora es “La revolución sexual” de La Casa Azul, mientras que una
canción festivalera (y, dicho sea de paso, un cuadro), es “Contigo”. Esta
primera clasificación no es vinculante, y serviría únicamente para facilitar el
trabajo.
¿Y por qué no clasificar por
estilos? Muy sencillo: cuando una canción es buena, da igual de qué estilo será
porque la gente o los componentes del jurado la van a votar. El clasificarlas
por géneros nos lleva a otro mal endémico de Televisión Española, y que no es
otro que el clásico “esta canción vale para Eurovisión, esta no”. Es un mito
absurdo, ya que las canciones buenas sí valen para Eurovisión,
independientemente de su género, mientras que las canciones malas solo sirven
para tirarlas a la basura. El no clasificar por estilos nos lleva a evitarnos
prejuicios absurdos.
Una vez realizada esta primera
clasificación, no vinculante como he dicho, es hora de ir haciendo catas entre
expertos en la materia. Sin dar a conocer autores, ir testando entre los
miembros de Radio 3, miembros de la Orquesta Sinfónica de RTVE, profesionales
del sector musical e incluso entre profesionales de otras radios todas las
canciones recibidas, para poder tener una visión de conjunto. Una vez
finalizado este largo proceso, y una vez analizadas todas las impresiones, se
procedería a la elección final. Si realmente el feedback recibido es bueno, tendremos 3 ó 4 canciones como mucho
que puedan ser competitivas. Aquí ya sería cuestión de negociar con artistas,
autores y discográfica para llegar a buen puerto, priorizando los intereses de
la cadena: si dos canciones destacan de igual manera, pero una de ellas cuenta
con un artista de renombre, lógicamente se debe priorizar esa opción para
generar un mayor impacto.
Tenemos escogido al artista con
su tema, con todo cerrado. ¿Qué hacemos? Anunciarlo a bombo y platillo. El
representante de España tiene que ser conocido por España, y para ello hay que
iniciar una intensa campaña de presentación. Lo primero es presentarlo: si
Televisión Española no cuenta con programas en directo de destacada audiencia,
habrá que buscar un evento que sí tenga suficiente audiencia (ya sea
MasterChef, ya sea Cuéntame) y, al poco de empezar su emisión, hacer una pausa
para presentar oficialmente el tema. Con esto te aseguras que un 15-20% de la
audiencia conozca ya el tema, y no solo un 5% como en dedazos previos. Esto se
haría a finales de febrero, para evitar una excesiva saturación del tema.
Esta campaña hay que extenderla
por el resto de cadenas, consiguiendo que el representante español acuda a
programas tipo El Hormiguero o La Voz, radiofórmulas, entrevistas… vamos, que
esté hasta en la sopa, todo el mundo sepa quién es, y todo el mundo sea capaz
de tararear el tema. Hay que evitar lo que ha pasado este año con Manel
Navarro, que no solo ha sufrido ataques constantes por culpa de los cuatro
tontos de turno, sino que también ha sido abandonado por Televisión Española
(icónica la imagen de Manel solo en la rueda de prensa). Decisión de la
discográfica y del artista será el realizar gira internacional, que tal y como
sabemos solo sirve para coger rodaje porque puntos no da.
Si es el artista el que se va a “partir
la cara” por España en Eurovisión, tienen que ser tanto él como su equipo los
que tengan el poder de decisión, y no Televisión Española la que dirija la
candidatura. Por tanto, hay que ofrecerles absoluta libertad, porque luego el
que queda bien o mal es el artista, que es el que se juega su prestigio.
Lógicamente la corporación pública tiene que intentar asesorarle para que sepa
por dónde puede tirar (temas de logística, contacto con la televisión
organizadora, normas del certamen, precedentes escénicos…), pero quedando
limitada su presencia a un rol consultivo, nunca decisorio. Y hay que centrarse
en lo importante: en Eurovisión no se hacen grandes cambios, hay que llevarlo
todo bien atado de casa.
Y nos plantamos en Portugal. ¿Qué
hacemos? TVE tiene que volcarse absolutamente con el Festival, ofreciendo una
experiencia completa. ¿Por qué lo hace con el Madrid Open y no con Eurovisión?
Así, una vez comiencen los ensayos, sería conveniente ofrecer un programa
diario resumen de los mismos en La 2, para que la gente sepa que Eurovisión
dura tres semanas. Esta cobertura se complementaría con información diaria en
el Telediario, España Directo y La Mañana de La 1, con el objetivo de que la
gente vaya adquiriendo cada vez más expectación por el Festival.
También es evidente que hay que
subsanar otro de los grandes errores de este año: la ausencia de previo y post.
Es más, yo daría un paso más y haría tanto previo en las semifinales (media
hora) como en la final (dos horas), muy al estilo Fórmula 1 con conexiones
permanentes con Portugal, entrevistas (en directo o pregrabadas), resumen de
los artistas participantes, crónica de los ensayos y/o semifinales previas… lo
que es generar un entusiasmo que, a día de hoy, el amigo Chema Íñigo no sabe
generar. De hecho, da la sensación de que le ha contagiado el pesimismo a Julia
Varela, muy errática este año. Vista la retransmisión de este año, Chema tiene
que coger su maceta y marcharse junto a Julia, para apostar por dos locutores
que consigan imprimir un ritmo más competitivo y emocionante al Festival. Y si
pueden aportar un poco de humor en esos momentos muertos que tiene cada gala,
pues mejor.
Esta cobertura habría que
complementarla con la retransmisión de la Welcome Party en directo (ya sea a
través de La 2 o de La 1, en función de las necesidades de la cadena), y con un
post de una hora tras la final del Festival, con las primeras reacciones y
analizando todo lo que ha dado de sí el evento. Y tras el certamen, no se puede
ocultar el regreso a España de nuestro representante, por lo que hay que
informar de su llegada, organizar rueda de prensa sí o sí, e invitarle a algún
programa para que narre su experiencia.
Esta es mi propuesta para los
próximos tres años, para poder llevar a cabo una reestructuración completa de
Eurovisión en España: el primer año, renovación; el segundo año, cimentación; y
el tercer año, consolidación. Una vez transcurridos estos tres años, tocará
decidir si seguir apostando por elección interna y en qué condiciones, o si hay
el suficiente interés como para poner en marcha una buena preselección que
garantice luchar los siguientes años por el triunfo. ¿Qué os parece? Espero
vuestros comentarios en la entrada, o a través tanto de @aetuiter como de
@SuedisLeidi.